viernes, 15 de marzo de 2013

LUCES IMPRESIONISTAS, POSTIMPRESIONISTAS Y DE BOHEMIA EN LA FUNDACIÓN MAPFRE ( II )


Hasta el 5 de mayo se podrán ver de forma gratuita las dos exposiciones que la fundación Mapfre expone en sus salas: Luces de Bohemia. Artistas, Gitanos y la definición del mundo moderno e Impresionistas y Postimpresionistas. El nacimiento del arte moderno.

Como ya venía anunciando desde la anterior entrada en la que os he hecho una reseña sobre la exposición Luces de Bohemia, a continuación os hablaré de mi experiencia visitando la otra exposición que presenta la Fundación Mapfre: Impresionistas y Postimpresionistas, expuesta a lo largo de todo el segundo piso, de forma circular, y que está presentada con el Autorretrato de Van Gogh, lleno de color y pintado con pinceladas amplias que dan mucho contraste a la obra, dando a entender el tipo de obras que se podrán encontrar en sus pasillos. Os pongo debajo el cartel que da pie a la exposición y en la que aparece la obra. 











La exposición empieza a partir de 1886, momento en el que se hizo la octava y última exposición impresionista. A partir de ahí el público empezó a asimilar las novedades artísticas que este movimiento representaba y sus artistas empezaron a ganar cierto renombre; es entonces cuando empiezan a surgir las obras que se exponen en las paredes de la Fundación Mapfre. Sin embargo ocurrió algo: de esta fecha a 1900 la sociedad se vio envuelta en el desarrollo de la modernidad más profunda y radical que llevó a la misma a una evolución en todas sus ramas, incluida el arte. Con estos cambios el Impresionismo evolucionó hacia diferentes actitudes pictóricas que delimitarían los principios estilísticos y abrirían la puerta a los lenguajes de las vanguardias del siglo XX.


Las dos primeras salas de la exposición se dividen en dos de los grandes: Monet y Renoir.
A Monet se le presenta en la primera sala con una cita de una carta que él miso escribió en 1893 que dice así: “Cada día descubro cosas que no había visto la víspera. Añado y pierdo determinadas cosas. En fin: Busco lo imposible.”

Con esta cita se inician algunas de sus obras más famosas, las cuales no esperaba poder ver en persona hasta que no pudiese ir a París, como alguna de las primeras series que pintó a partir de 1890: las dedicadas a los almiares, a los álamos y a la catedral de Ruan. Igualmente también se pueden encontrar una de sus obras representativas de su serie sobre los estanques de nenúfares, donde anuló todo resto de la perspectiva tradicional para llegar a un grado de refinamiento pictórico que roza la perfección.  Como se puede apreciar en la imagen de la izquierda Con Armonía Verde. Estanque de Nenúfares, su obra va tomando un tono lírico, mostrando un paisaje casi de ensueño donde, sin ningún problema, cualquier buen poeta podría haber considerado inspirador para componer sus mejores versos sentado bajo la sombra de los árboles que componen la imagen.
Lo extraordinario es que esta atmósfera lírica, más abstracta, también la encontramos fuera del ambiente de campo, siendo muy visible y palpable en sus visitas a la ciudad; así es como también se pueden apreciar estas características en sus obras sobre el Parlamento de Londres de 1904. Sinceramente hay que decir que me emocioné profundamente viendo la obra Londres, el parlamento. Boquete de sol en la niebla, obra que había estudiado en el pasado y que no aspiraba a ver en persona. Como podréis apreciar en la imagen de la derecha es una obra de gran belleza en el que los rallos del sol surgen de la niebla londinense para llegar hasta el agua del río Támesis, donde se reflejan de una manera espectacular, dándole toda la luz que la obra necesita y haciendo un contraste de colores fríos y calientes que realmente impresiona a quien lo ve. Cuando dí mi segunda vuelta a la exposición para pararme delante de mis obras favoritas está fue en una en la que me detuve mi tiempo, para no olvidar ningún detalle ni lo sobrecogida que me hallaba por estar delante de un cuadro de tal belleza.

La otra cara de la moneda la tiene Renoir que, al contrario que Monet que se centró como se ha visto en temas que le permitiesen expresar mejor sus preocupaciones plásticas, obtuvo un gran éxito gracias a sus retratos. Así encontramos cuadros de gran hermosura como es el de Muchachas tocando el piano, otra de las obras que ansiaba poder ver en persona porque desde que era una niña me encantaba hasta el punto de que me planteé intentar pintar la obra, aunque al final no quise intentarlo. En esta obra, cuya imagen tenéis a la izquierda, se puede ver a dos jóvenes que son prácticamente unas adolescentes en torno a un piano (posiblemente tomando sus lecciones diarias); este tipo de obra se debe a que Renoir, dentro de sus retratos, tenía debilidad por retratar a las figuras femeninas en diferentes actitudes.
En esta obra se pueden apreciar alguna de las características del Impresionismo: una atmósfera creada, riqueza en el uso del color y soltura en las pinceladas usadas… todo ello con las notas características del pintor que conseguía darle movimiento a la obra, dotando a los retratos de total libertad, casi hasta el punto de que realmente parecen que, de un momento a otro, la joven rubia, que hasta el momento solo tiene una mano sobre el piano, vaya a empezar a tocarlo con ambas.
El uso de la luz, propio también del movimiento impresionista, tiene mucha importancia en esta obra en particular y en toda la de Renoir en general; en la imagen que os pongo podéis apreciar como la luz entra por la izquierda impactando en los vestidos de las dos jóvenes y dejando que se aprecie su delicada textura.

Dentro de esta fijeza de Renoir por la figura femenina destacan los desnudos al aire libre, en los que encontrará la forma de plasmar sus ambiciones estéticas. De esta forma, Las bañistas  (imagen de la derecha) es una obra que muestra como este artista enlazó su arte impresionista  con  la pintura de los siglos XVI y XVII. Esta obra fue definida como «un Tiziano pintado por Rubens» y en el se ve a dos mujeres desnudas muy exuberantes, tumbadas al aire libre, creando una atmósfera de fecundidad y eterna primavera.

Los siguientes artistas que se nos presentan en la exposición son Cézanne y Toulouse – Lautrec.
Cézanne se presenta, igual que Monet, con una cita de una carta que escribió en 1904 que decía: “Todo en la naturaleza toma su forma de la esfera, el cono y el cilindro”, cita que ayudará a comprender las obras que se presentan en esta exposición ya que la mayoría de ellas son bodegones, como el de Manzanas y naranjas, donde se muestra la importancia que tenía para el pintor destacar estas formas geométricas en sus obras.

Cézanne está considerado como el nexo de unión entre el Impresionismo y el Postimpresionismo ya que, desde sus inicios, sentía la necesidad de romper con las reglas y sobrepasar los límites que impone la técnica impresionista.  Con obras como la de Manzanas y naranjas (obra de la izquierda) este artista introduce el papel de los diferentes aspectos de la composición abriendo el camino al Cubismo y convirtiéndose en el padre de las primeras vanguardias.


Por su parte Toulouse – Lautrec es presentado con la siguiente cita: “Solo existe la figura, el paisaje es y debe ser accesorio” lo cual, al igual que con la cita de Cézanne, se dará pie al tipo de pintura  que nos vamos a encontrar en su apartado. La pintura y dibujos de Toulouse – Lautrec retrata a las figuras destacables de Montmartre con una mirada tierna y solidaria, sin cinismo ni arrogancia. Sus retratos plasmarán a las grandes divas del MoulinRouge y con ellas inaugurará una nueva manera de pintar: con gran simplicidad y austeridad de recursos. De entre este tipo de obras que pinta en esta exposición resalta Mujer con guantes y La payasa Cha – U – Kao, cuyas imágenes os pongo a continuación, la primera a la izquierda y la segunda a la derecha: 








Con estos cuatro grande artistas pasamos a la que ha sido una de mis partes favoritas de la exposición, la dedicada al Neoimpresionismo, cuyo termino fue definido por Félix Fénéon en 1886 para referirse al nuevo estilo pictórico que se presentó creando una gran controversia cuando Pissarro, Seurat y Signac, expusieron en la última exposición impresionista y se presentaron en ella con obras «puntillistas» que, según marcaba la definición, consistían en aplicar colores puros mediante pequeños puntos, favoreciendo a la mezcla óptica de los colores en el ojo y no en la paleta. 
El Neoimpresionismo marcó una dialéctica de ruptura y continuidad respecto del Impresionismo, manteniendo además una fuerte conciencia de progreso. 

Pissarro es el artista que abre la sala neoimpresionista, presentándose de frente al espectador cuando este entra por ella, y lo hace con la obra Joven Campesina haciendo fuego. Escarcha blanca, una obra que impacta por su gran belleza. En ella se representa, como bien indica el nombre y como véis en la imagen de la derecha, a una campesina que hace fuego mientras otra le ayuda; en este acto se puede ver claramente cada detalle del cuadro a través de la yuxtaposición de los distintos puntos de color: el humo de la fogata que se extiende hasta el marco de la obra, los detalles de los vestidos de las campesinas, la luz del sol en la hierba, los animales pastando… no se pierde ni un detalle a pesar de que no es el tipo de obra “tradicional” ni la construcción de las figuras que siempre se ha hecho, pero el uso del color es sorprendente, captando todos los fragmentos de la luz y de las figuras  que componen la imagen.

Otro cuadro muy bonito que encontramos en la sala es el de Pareja enla calle de Charles Angrand en la que se ve, a través de los pequeños puntos que componen la obra, a una pareja de espaldas que pasea cogida del brazo. Como veréis si pincháis en el enlace que os pongo, es una pintura muy sencilla, con un uso del color muy comedido en comparación con otras de las obras neoimpresionistas, pero aun con ello de una sutil belleza.



Sin embargo, a pesar de la belleza de estos dos cuadros, personalmente me quedo con la obra puntillista de Paul Signac que se puede apreciar a través de las dos obras que este artista tiene presentes en la sala: El palacio de los papas  y La entrada en el Puerto de Marsella. Ambos son espectaculares, tanto en el uso del color como a la hora de entremezclar las figuras artificiales con el paisaje natural. Este inteligente uso del color que ejerce el artista proviene de su cercanía a Seurat, que murió prematuramente en 1891, del que “heredó” la teoría del movimiento puntillista convirtiéndose en su mayor líder. Las dos grandes obras que os muestro a la derecha (arriba El palacio de los Papas y debajo La entrada al puerto de Marsella) surgen a partir de su gran descubrimiento del mar Mediterráneo, lo que le permitió simbolizar su confianza en un mundo mejor a través de obras llenas de luz y de color que consiguieron reflejar un atmósfera de aire puro. Entre ambos cuadros yo elijo el primero debido a su gran colorido y vitalidad convirtiendo la obra en una combinación de colores preciosa que hizo que, en mi segunda vuelta, también me quedase contemplándolo. 

El siguiente artista que  tiene su hueco en la exposición es Van Gogh, el artista cuyo autorretrato es la imagen de presentación de la misma. Para presentar a uno de los grandes la Fundación Mapfre ha  seleccionado la cita de una carta que escribió a su hermano en 1889 y que dice así: “Es difícil conocerse a uno mismo. Pero no lo es menos pintarse a uno mismo.

La exposición de sus obras se centra en el viaje que hizo a Arlés donde trabajó en el poder de la sugestión de los colores y en el significado simbólico que estos permiten aplicar a la pintura. Entre estas obras destaca la de Coronas imperiales en un jarrón de cobre (imagen de la derecha) en el que se realza una técnica muy llamativa en el uso del color que consistía en  aplicarlo resaltando toda la expresividad e intensidad que este permitiese. La obra de Van Gogh está compartida con algunas de Gauguin, a quien convenció para compartir su estancia en Arlés mientras ambos trabajaban en la pintura. 
En contacto con su compañero Van Gogh acrecienta el uso en sus creaciones de una armonía radical de planos de color bordeados con trazos gruesos y oscuros, tal y como se aprecia en El salón de baile en Arlés, una obra que muestra el ritmo de vida de la ciudad francesa y en la que se pueden apreciar perfectamente, como veis en la imagen que os pongo a continuación, los contrastes entre los colores brillantes y claros en contraposición con los oscuros:



En la exposición también se pueden ver obras del pintor de antes de que llegase a Arlés en las que, junto a Émile Bernard (del que también hay obras expuestas en esta parte de la exposición como, por ejemplo, Bañista con vaca roja) y Toulouse  Lautrec,  pintó los barrios de París mediante un uso intenso del color pero en el cual ya se podía contemplar el uso de esa técnica donde destaca el trazo oscuro sobre el claro para crear una composición armónica basada en el contraste. Un ejemplo de este tipo de pintura es la imagen de la izquierda, El merendero de Montmartre, el cual lo pintó dos años antes de viajar a Arlés dejando ya marcadas las influencias que arrastraría desde entonces en su pintura y su familiaridad con esta técnica que, en la ciudad francesa, desarrollaría junto a Gauguin.

La siguiente sección de la exposición se centra en Gauguin y en su estancia en Pont – Aven en 1886, donde consiguió lo que estaba buscando, según la cita con la que la Fundación Mapfre ha decidido presentar a este autor: “Me gusta Bretaña, encuentro allí lo salvaje, lo primitivo. Cuando mis zuecos resuenan sobre este suelo de granito oigo el sonido sordo, apagado y poderosos que busco en la pintura.”

Lo que llamó la atención de Gauguin y de otros artistas que se veían atraídos por este lugar fue el carácter austero, el fervor místico y la naturaleza violenta de Bretaña, que constituyó una revelación para muchos pintores que formaron en aquel lugar una colonia cosmopolita en la que conseguían sobrevivir con casi nada. En este ambiente aparece también Émile Bernard, con el que Gauguin elaboró una nueva manera de pintar, sintética y esencial, que elimina los detalles y contornea las formas planas mediante un tazo negro que recuerda al plomo de las vidrieras, como se puede apreciar en la obra que os pongo a la derecha: Campesinas Bretonas. La obra también destaca porque el artista renegó de la expresión natural del paisaje y lo refleja en el cuadro sin mucha definición, en contraste con las figuras, haciendo que parezca casi difuso y como parte de un sueño. Sobre esta forma de pintar el paisaje natural Gauguin decía: “No copie la naturaleza, el arte es una abstracción. Extráigala de la naturaleza soñando con ella.”



Por último, y ya finalizando la exposición, destaca la obra de los artistas autodenominados Nabis: un grupo peculiar de pintores que conciben la pintura “como un grupo de acordes alejados definitivamente de la idea naturalista”. La peculiaridad se debe a que entre ellos se desarrollan diferentes estilos y formas de pintar que marcaron grandes diferencias entre unos y otros, como por ejemplo el hecho de que Pierre Bonnard y Vuillard explotasen lo intimista y lo sensible mientras que Roussel se centraba en lo bucólico o Paul Ranson y Maurice Denis se decantaban por una pintura más mística, de corte católico como el de Las musas de Denis (imagen de la izquierda). Sin embargo, a pesar de sus diferencias, en todos ellos cualquier asunto banal trasciende hacia la representación de una existencia silenciosa cargada de enigmas. Sus personajes aparecen aislados, incomunicados, haciendo gala de una vida interior que se desarrolla en los lugares más inescrutables del alma humana.



El cuadro que destacaría por excelencia es la composición de Los Jardines públicos, construido por cinco grandes paneles que ocupan toda una pared de la exposición. Cada uno de los paneles representa una escena que se desarrolla en el mismo jardín: Chiquillas jugando, El interrogatorio, Las niñeras, La conversación y La sombrilla roja. Cada uno de ellos es muy impactante, ya no solo por su tamaño, sino por la forma de representar el cuadro ya que, a parte de los personajes que lo conforman y las historias que estos encierran, el paisaje también adquiere una gran importancia y por ello pertenece a la corriente que surge dentro de este estilo: el Art Nouveau, que considera lo decorativo cada vez más importante y ello les lleva a trabajar en grandes decoraciones.
Los jardines públicos de Vuillard son realmente increíbles, la imagen que os pongo a continuación no le hace justicia para nada pero no quería dejar de mostrárosla para ponerle el punto y final a esta magnífica exposición que, si me es posible, volveré a ver aprovechando que aún queda más de un mes para que se la lleven.



No os la perdáis, de verdad que merece muchísimo la pena sacar una hora de tiempo para ver estas maravillosas obras y por si fuera poco gratis. No hay duda de que la labor que está haciendo la Fundación Mapfre por mantener viva la cultura es de un valor incalculable porque nos pone al alcance de la mano el poder conocer a una gran cantidad de pintores y a los movimientos artísticos a los que pertenecen; todo un mundo de riqueza cultural que, con cada nueva exposición, se pone todavía más de manifiesto. ¿Lo vas a dejar pasar?


* Todas las imágenes han sido obtenidas de las Fuentes de imágenes de Internet, especialmente del Museo de Orsay.



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