viernes, 6 de noviembre de 2015

LOS CACIQUES: CUALQUIER PARECIDO CON LA REALIDAD ES PURA COINCIDENCIA…O NO


“Los españoles no podremos ser felices hasta que no nos libremos de los corruptos… y de los caciques”


A veces hay que empezar por el final para abarcar desde el principio lo que se quiere contar. Por ello he citado dos de las frases más reveladoras de la obra de teatro Los Caciques, de la que os voy a hablar a continuación.

La del título es la que da inicio a la representación teatral, mientras que la del subtítulo es la frase final que cierra una de las sátiras más aguda, más cercana y más divertida, aunque dolorosamente real, que he podido ver sobre los escenarios madrileños.
Los Caciques, acogida sobre los escenarios del Teatro María Guerrero representa sobre su sala principal a una pequeña ciudad española en la que los presupuestos se han gestionado alegremente durante los últimos 20 años. Ante la llegada inesperada desde la capital de un inspector dispuesto a poner patas arriba todas las cuentas, la historia se irá enredando para un publico que, entre risas, esperará pendiente de la obra a ver cómo resuelven los personajes el embrollo que se ha ido montando. El enredo que compone la divertida trama y que fue urdido, de forma extremadamente hábil, por el dramaturgo costumbrista Carlos Arniches mostrará la capacidad del humor para convertirse en un arma que, en las manos adecuadas, ayudará a retratar los problemas de la sociedad como es el de la corrupción.

Esta obra, que ha vuelto a escena con motivo del 150 aniversario del nacimiento de su autor, ha sido actualizada por Juanjo Seoane y Ángel Fernández Montesinos, pero no por ello pierde valor: sigue manteniendo su esencia y va un paso más allá enlazándolo con la corrupción en la que se han visto envueltos los ayuntamientos a través de unas proyecciones completamente reales y de nuestros tiempos.

Realidad y actualidad en estado puro es lo que veremos a pesar de que la obra esté escrita en 1920, pues realmente podría ser una obra escrita para retratar la situación actual y, sin embargo, te encuentras con que tiene 95 años. Aun así la historia y lo que estamos viendo representado es perfectamente capaz de retratar el escenario que se vive en nuestros días, lo que remarca la vigencia del obra y de su autor, así como un pensamiento sobre hasta qué punto hemos evolucionado o hemos conseguido que, realmente, las cosas cambien.  

Los Caciques es una obra imperecedera quizás como el propio tema central de su obra: la corrupción, que parece sobrevivir en el tiempo mientras un político tras otro la siguen ejerciendo como parte de su cargo con total impunidad; una obra que, por lo tanto, toda persona con conciencia social y, sobretodo, con humor debería ir a ver.



Otra cosa que me ha gustado mucho es cómo cambian los espacios en los que se suceden las escenas, ya que lo hacen con ingenio y creatividad, utilizando el mismo espacio con una única escenografía y una pantalla al fondo donde se va proyectando los detalles que perfilarán el escenario y lo que en él se va a suceder.

De la interpretaciones solo decir que todas juegan un papel clave, aunque el elenco inicial de 23 actores que formaban la obra haya quedado reducido a solo 9, y que son fantásticas ya que todos ellos saben acoplarse al ritmo específico que exige la obra, haciendo gala de la responsabilidad que supone volver a dar vida a aquellos personajes que creó Arniches. 

Juan Calot como alcalde corrupto y Fernando Conde como Pepe, el pícaro de la obra que hará que el público suelte más de una carcajada, son los principales personajes en torno a los cuales girará todo lo demás. Cuando Pepe es confundido con el temido inspector de la capital, a pesar de que él solo va a acompañar a su sobrino a que conquiste a la sobrina del alcalde, el círculo que se monta entre ellos nos permitirá ver las dos caras de la misma moneda: el corruptor (el alcalde) y el que se deja corromper (Pepe). Desde el primer momento Pepe se verá involucrado en una serie de atenciones, halagos y de intrigas (como que le den un sobre con dinero negro) que provocarán situaciones muy divertidas, aunque con ese trasfondo de la realidad amarga que trae la corrupción para todos aquellos que observamos el juego político desde nuestro asiento, casi (o sin el casi) como una metáfora de la vida misma.



Aunque todos los actores están espléndidos me gustaría destacar a Victor Anciones que entre la indignación, la desesperación y la incredulidad en su papel del Doctor Salas, representa a toda la sanidad pública que se está viendo afectada por un sistema corrupto. Es la figura representativa del pueblo en ese juego de conspiraciones que todos los personajes construyen y sabe llevar muy bien este peso sobre sus hombros.

Alfredo y Cristina (interpretados respectivamente por Alejandro Navamuel y Elena Román) representan la inocencia dentro de la obra, ajenos a toda la corrupción solo les mueve el amor y el deseo de estar juntos. Ellos serán los causantes del malentendido pero serán la parte más pura, especialmente Cristina, de la historia.



Grandes también Oscar Hernández, el pelota secretario del alcalde, y la gran Marisol Ayuso. La verdad es que son todos fantásticos y juntos forman el elenco perfecto para volver a dar vida a esta fabulosa obra de teatro sobre el escenario.

Genial sin ninguna duda y más que recomendada. Podéis ir a verla hasta el 22 de noviembre, no os la perdáis pues permite generar un espacio de reflexión en todos sus espectadores en un momento político clave como el que se nos avecina (el de las elecciones generales); una reflexión sobre hasta qué punto hemos llegado y sobre cuánto podremos seguir consintiendo la misma situación que se repite una y otra vez. Aquí va la que saqué yo: quizás sea hora de dejar los asientos y no seguir siendo solo espectadores de la pantomima política que llevan representando tantos años. 

En serio, no os la perdáis. 



* Todas las imágenes de este post han sido obtenidas de las fuentes de imágenes de Internet y de los recursos proporcionados por desdemibutaca.com 



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