¿Habéis visto En busca de lafelicidad? ¿Os acordáis de cómo va llamando el protagonista a las distintas
partes de su vida según lo que le va ocurriendo? Pues yo actualmente podría
hacer lo mismo, en este caso concreto del que os quiero hablar puedo definirlo
de la siguiente manera: Esta parte de mi vida se llama “Haciendo entrevistas”,
o quizás debería añadirle un “de las que no obtengo respuesta”. Sí, creo que
eso sería lo más acertado. Pues bien, repito:
Esta parte de mi vida se llama
“Haciendo entrevistas de las que no obtengo respuesta”
“Haciendo entrevistas de las que no obtengo respuesta”
Últimamente he tenido suerte y en
los últimos tres meses me han llamado para hacer seis entrevistas (hubiesen
sido 8 si no hubiese rechazado dos de ellas por ofrecerme unas condiciones
laborables denunciables), sin embargo solo una de estas empresas me llamó, tras
hacer la entrevista, para decirme que no fui la afortunada.
Me pregunto por qué a las empresas les cuesta tanto, aunque sea, mandar un email para decirte que gracias por acudir y por mostrarte interesado en su empresa, pero que desgraciadamente no has sido la persona final seleccionada. Un mensaje estándar que yo sería capaz de redactar en tres minutos.
Me pregunto por qué a las empresas les cuesta tanto, aunque sea, mandar un email para decirte que gracias por acudir y por mostrarte interesado en su empresa, pero que desgraciadamente no has sido la persona final seleccionada. Un mensaje estándar que yo sería capaz de redactar en tres minutos.
Los pocos que tenemos la suerte
de hacer alguna entrevista sabemos lo frustrante que es quedarse mirando el
teléfono esperando esa llamada que nunca llega con el SI que podría cambiar tu
vida. Esa frustración la conocemos igual que los que están esperando la
oportunidad, esa entrevista que queda en el horizonte y que no se acerca por
mucho que te inscriban en múltiples ofertas. Una amplia escalera de frustración
que está siempre ahí y cada uno la recorren dentro del nivel que le han
asignado, esperando a que se abra la puerta para acceder al siguiente escalón y
confiar en llegar al final de la misma y salir de tanta frustración.
He definido la escalera de la
frustración de “no tengo trabajo” con los siguientes escalones: 1) No hay
ofertas de mi perfil/no tengo suficiente experiencia, 2) Doy el perfil pero no
me llama ni perri, 3) Voy a entrevistas de las que según salgo por la puerta
nunca más se sabe de ellas, 4) Voy a entrevistas y me llaman para decirme que
están encantados de haberme conocido pero que no he sido el seleccionado.
El quinto escalón hace posible
que salgas de esa escalera de frustración con el esperado si, y entonces pasas
al mundo del trabajo, donde, como somos humanos, pasamos a la escalera de la
frustración laboral: malos sueldos, peores horarios, malos compañeros, de los
jefes ni se habla… lo dicho, cada uno en su nivel y nadie está contento nunca
(o eso parece).
Pero volvemos al inicio, ahí
estoy yo, en el tercer escalón de mi propia frustración esperando a que alguien
se digne a decirme que, por lo menos, se me ha tenido en cuenta y que he pasado
con más pena que gloria por el lugar. Es una cuestión de educación, el silencio
todo el mundo lo entiende y está claro que no es agradable oir como te
rechazan, pero peor es que te traten como si no merecieses ni una llamada, o ni
un correo.
Hay una canción de The Fray, You found me, que
dice “Where were you when everything was falling apart? All my days were spent
by the telephone. That never rang and all I needed was a call, that never
came.” Y realmente muchos días es así, cuando
estás pendiente de ese teléfono el día que han dicho que llamarán
preguntándote, cuando no llaman, si es que aun no han tomado la decisión o si
puedes, una vez más tirar la toalla. Planteándote si al menos merece la pena
alimentar la esperanza de que obtendrás algún tipo de respuesta, aunque solo
sea por email y podrás dejar de esperar.
Ese momento que nunca llega es
algo a lo que estamos acostumbrados todos los que buscamos trabajo, yo tengo
bastante suerte y mientras busco algo mejor tengo un trabajo de becaria que me
permite estar a flote económicamente y en el que mis jefes entienden que tengo
que buscar mi oportunidad, por lo que no me ponen problemas para hacer otras
entrevistas siempre y cuando luego recupere mis horas. Y aun así, a pesar de
esta suerte, es duro estar esperando esa oportunidad que no llega y, si a mí,
que tengo algo que me da la seguridad de que no me faltará un pequeño sueldo a
final de mes me desespera, no quiero ni imaginarme cómo será para los que no
tienen nada esperar esa llamada o correo que no llega.
Y yo me pregunto ¿tan difícil es
hacer una llamada o mandar un mail? Que yo entiendo que no debe de ser cómodo
decirle a alguien que no ha sido el/la seleccionado/a, pero creo que cuando no
hacen esa llamada es porque nadie se plantea (además de que les importa un
bledo) lo que debe ser para el que está esperando al otro lado y cuyas
no-llamadas se acumulan una tras otra.
Este post no es otra cosa que una
queja, un reclamo y una llamada de atención para el que lo lea porque seguro
que hay más de uno que opina lo mismo y que se ha sentido así, pendiente del
móvil y de las candidaturas a las que se apunta. Está claro que somos muchos y
que es complicado, pero más complicado es no obtener respuestas cuando estas
son necesarias.
Supongo que no hay mucho más que
decir, esto solo es una protesta silenciosa, una reflexión del día más sobre
ese vacío del mundo laboral del que no se habla mucho en ningún libro o manual
sobre “cómo hacer una entrevista”… como si fuese una página en blanco comentada
pero nunca escrita. Por ello terminaré con una cita del libro Esta noche dime
que me quieres de Federico Moccia que, en este caso, considero apropiada:
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